domingo, 22 de septiembre de 2013

La mejor y peor experiencia de mi vida

Eso fue lo que sentí en mi parto. Por un lado fue la experiencia más bonita de mi vida y por otro fue uno de los peores momentos. Es curioso como en un momento pueden coincidir tantas emociones diferentes. 

El 19 de Junio llegábamos mi marido y yo a monitores a las 9 de la mañana. Ya me habían citado otras dos veces anteriores, desde la semana 35 porque sospechaban que el peque no estaba cogiendo peso como estaba previsto. Yo estaba tranquila, después de media hora de monitores, me ve la ginecóloga, me trastea un poco (ví las estrellas), y se da cuenta en mi historial del tema del peso, por lo que opta por hacerme una eco antes de irme, para confirmar que todo va bien.

Al hacerme la eco, me ven dos ginecólogas y yo ya me huelo algo. Y después de debatir entre ellas cosas que no entiendo, me suelta: "bueno, pues, te quedas con nosotros" y yo con mi cara de tonta pregunto:"qué?" y me dice: "que vas a parir hoy, vamos a inducirte el parto". La otra gine tuvo que preguntarme si me encontraba bien, porque mi cara tuvo que ser para verla. Me explicaron que el bebé no había cogido peso y había poco líquido y algo no funcionaba bien para seguir dos semanas más. A todo esto, mi marido fuera y yo sin móvil. 
Me ponen la bata, me meten en monitores y me traen comida. Mientras, pasaría una hora hasta que avisaron a mi marido de todo. Antes de que él entrara conmigo, me pusieron la pastilla que te meten hasta "el sentío" para empezar a dilatar. Me dijo la gine que me la tenía que poner bien hondo para que hiciera efecto así que le dije: "pues entonces colócala bien hondo, de todas formas esto me va a doler" y la enfermera me dijo: "esa es la actitud, siendo consciente de que vienen dolores fuertes". 

Después entró mi marido, con cara de: qué ha pasado? Y le expliqué todo. Ahí empezaron los dolores flojos, y pensé que si eran así se podía aguantar. Después fueron a más, y me puse mal, vomité... Me dijeron que ya no me pasaban a la habitación para dilatar porque estaba de dos centímetros y medio y que iba fenomenal. Me pusieron oxitoxina, y los dolores fueron a más, la verdad es que no se pueden describir. Mi marido se portó genial y yo los aguantaba tumbada de lado y aguantada a la cama y a su brazo, en silencio. El matrón me trajo un cojín gigante para estar más cómoda. 

Llegó un enfermero y me preguntó por la epidural y yo...me lo pensé! Y eso que me estaba doliendo horrores! Le pregunté si podían ser mucho más fuertes y me dijo: "sí, si yo fuera tu, me la pondría. Ya se ponen mucho y no hay problemas". Así que firmé el consentimiento. Y ya sólo esperaba a llegar a los 3 centímetros para que me la pusieran. 
  Cuando dilaté los 3, me llevaron a un quirófano, donde el anestesista me esperaba con la epidural. Yo iba con temblores por todo el cuerpo y muchísimo frío, entre eso y los dolores, mi obsesión era que no iba a poder quedarme quieta. De hecho así fue, cuando me pinchó, di un respingo y el anestesista me pidió que me estuviera quieta. Consiguió ponérmela y volví a monitores.

Empecé a respirar! Al principio sólo me hizo efecto en una pierna, pero ya con eso me conformaba! Luego el anestesista vino a verme y me cambió de postura para que notara el efecto en la otra. Yo empezaba a relajarme, pero ahí empezó a sufrir mi bebé.

Me rompieron la bolsa para acelerar el tema. Eso hizo que las contracciones oprimieran el cordón del bebé y se escuchaba perfectamente cómo le bajaban las pulsaciones. Así que me relajé por los dolores pero empecé a sufrir cada vez que oía el latido ralentizado. Me explicaron que no le llegaba bien el oxígeno, que iban a ponerme oxígeno a mí, y líquido con un catéter a la bolsa para aliviar la opresión del cordón y que el peque aguantara el tirón. Si algo empezaba a ir mal, me harían una cesárea. 

En ese momento, llegué a desear la cesárea para asegurarme de que no había riesgos para el bebé, pero mi marido me tranquilizó. Tenía que confiar.
Después de un par de horas en las que estuvimos muy vigilados, me exploraron, y me dijeron que estaba de 8 centímetros, que no empujara, que el bebé ya estaba ahí.

Mi marido tenía una sonrisa enorme en la cara y yo estaba un poco asustada. Fuimos al paritorio y allí me sentaron y me explicaron que cuando notara la contracción tenía que empujar.

Se notaban perfectamente, así que en dos empujones tenía la cabeza del pequeño casi fuera, me pusieron la mano para notar su pelo. Tenía muchísimo pelo! Yo sólo quería que saliera ya! Pero no me venía la siguiente contracción...

Cuando por fín me la noté, me dijeron: "empuja! Y no pares hasta que salga!" lo intenté y cuando ya no me quedaban fuerzas escuché: "tose!". Así que tosí a la vez que mi marido me daba el último empujón en la espalda para ayudarme. El empujón con el que salió por fín mi niño.

Pero algo no estaba bien. El bebé salió lacio, azul...sin llorar. En un segundo, le habían cortado el cordón, había pasado del matrón a la ginecóloga, de ésta a la enfermera que se lo llevó a la pediatra, situada detrás de mí. A mi marido le pidieron que saliera. Él se quedó llorando tras la puerta sin saber qué pasaba. Yo no sabía cómo darme la vuelta al cuello mientras me cosían los puntos del desgarro que tuve en el último empujón, para poder ver a mi bebé. 

Escuché a la pediatra decir que tenía unos ojos grandes y mucho pelo, ví algún tubo por la carita pero no pude ver su cara. De pronto, oí un gruñido y volví a respirar.

La pediatra dijo que quería el pasillo de la familia despejado para llevar al niño a la incubadora. Luego me contaron que mi bebé pasó a toda velocidad con su brazo sobre su carita hacia el nido. Mi familia ni siquiera supo que era mi bebé. Pero era más importante que llegara pronto a la incubadora.

Me cosieron, entró mi marido llorando y preguntándome 20 veces si yo lo había oído llorar. Le dije que sí, que lo había escuchado. Mientras yo me recuperaba en una sala, a él le permitieron ver al niño.

Yo tuve que dormir esa noche sin haber visto su carita. Estaba feliz, de que todo estuviera bien, pero rara, porque ya no tenía mi barriguita pero mi bebé tampoco estaba conmigo. 

Mi niño nació a las 21 horas del 19 de junio y pesó 2 kilos 75 gramos. Su padre dice que no llevaba diez minutos en el mundo cuando ya le había dado el primer sofocón. 

Este fue mi parto: provocado, natural, con desgarro en la parte superior, con epidural. El momento más bonito y más aterrador de mi vida.