jueves, 14 de noviembre de 2013

La primera semana de vida

Después del parto, nos quedaba una noche para recuperarnos y al día siguiente conocería a mi hijo por fín.

En realidad, pude verlo esa misma noche, porque mi marido se cameló a una enfermera que me daba la posibilidad de usar una silla de ruedas y verlo tras los cristales. Pero no lo hice: eran casi las 1 y media de la madrugada, la ginecóloga me dijo que lo viera al día siguiente y me parecía mal desobedecer, estaba sangrando y no me sentí con fuerzas. Además, tenía que verlo sin poder tocarlo...no sé. Pensé que lo mejor era hacer lo que me mandaron.

Al día siguiente, me avisaron de que mi bebé pedía comer. Así que me faltó tiempo para ir. Tendré que resumir para no hacer la entrada muy pesada...jeje.

Llegué al nido, y sacaron una cunita de hospital en la que sólo veía una matita de pelo oscuro y mantas...me lo dejaron en la sala de lactancia y cuando le ví la cara...no puedo explicar lo que sentí....penita por una parte, alegría, felicidad por verlo despierto....le dije:" hola cariño, soy mamá"

Y a partir de ahí empezamos a conocernos. Allí se me plantean varios problemas. Quiero darle el pecho y algunas enfermeras prolactancia me ayudan en lo que pueden, otras me traen los bibis...en fín, se une que :el bebé está muy bajo de peso y no puede permitirse perder ni un gramo, con que es muy pequeño para mamar, mis pezones son planos, no me sube la leche...en fín, todo en contra.

Pero yo, soy muy cabezona. Y gracias a los consejos de un par de enfermeras, me sube la leche con ayuda de un sobre y el niño se agarra con ayuda de las pezoneras.

Al segundo día, ya me dejan cambiarle los pañales. Intento estar todo lo que puedo en el nido pero los médicos también tienen que verme a mí de vez en cuando y tengo que comer para la leche. Así que me tiré una semana del nido a mi habitación, y muchas visitas no pudieron verme, porque nadie pasa al nido. Sinceramente, lo veo bien, un bebé como el mío necesitaba tranquilidad.

El pequeño vomitó la tercera noche, lo que hizo que le pusieran suero y le hicieran pruebas. Cuando lo ví con la vía puesta me derrumbé. Mi marido me tranquilizó. Y seguimos con el tema lactancia. Al final, las tomas eran un ratito con la pezonera, se cansaba, un bibi y una hora sacándome con un sacaleche yo el calostro (30 minutos en cada pecho).

He de decir que hace falta muuuuucha paciencia para que la lactancia salga adelante en estas circunstancias. Escuchas mil consejos, tienes mil dudas y sólo ves que tu pequeño tiene hambre, debe engordar y tu leche no sale cómo debe. Es agobiante, la verdad.

Pero soy muy cabezona, repito. El día antes del alta comprendí que mi bebé necesitaba estar 3 horas en el pecho para que aquello funcionara, porque era muy pequeño y no tenía fuerzas. Allí, en el nido, eso era imposible. La forma de irnos a casa era que cogiera unos gramos. Esa noche la enfermera le dio el bibi de mi leche (muy poca) y seguido un bibi de leche del hospital. El niño al día siguiente había cogido 15 gramos. 15 gramos que nos daban la libertad. Volvíamos a casa por fín.

Mi marido se asustó un poco. Me preguntaba: pero 15 gramos es muy poco!! No? Y yo sólo le decía: sí pero ya nos vamos! Vamos a poder estar con él tranquilos en casa por fín!

Después de 3 días tras el parto, yo ya estaba de alta pero me permitieron quedarme mientras mi niño estuviera ingresado, lo cual agradecí muchísimo. Tuvimos la suerte de tener la habitación para nosotros los últimos días. Del hospital me quedo con las enfermeras que me intentaron ayudar para que consiguiera que mi bebé mamara, los pediatras que fueron muy profesionales y muy comprensivos y el personal durante el parto que fue super amable y estuvieron muy pendientes.

Llegamos a casa con la ilusión de empezar a conocer a nuestro pequeño y el reto de criar un bebé más pequeño y delicado de lo normal. Ante todo, llegamos muy felices porque ya éramos 3 en casa.